Un espacio para otro debate...

Estimado Lector: Bienvenido a Economía y Democracia.



La Revolución Informática Comunicacional ha potenciado, a través de un aluvión inacabable de imagenes y datos parciales y descontextualizados, nuestro estado de meros recipiendarios pasivos del pensamiento y la interpretación de los hechos que interesadamente realiza el Poder. Y no hablamos del Poder Institucional Político, que es la más modesta de sus partes. Hablamos del Poder real. Ése que no mora ni en casas de gobierno, ni en cámaras legislativas ni en palacios judiciales. El Poder real que puertas afuera de estos venerables edificios, controla sin embargo eficazmente todo cuanto sucede adentro y externamente.



Por ello el título economía y democracia. Para indagar los caminos de democratización de las decisiones económicas, para que el sujeto beneficiario de las mismas sean pueblo y ciudadanía.



Queremos construir en este blog uno de los tantos espacios libertarios que hoy existen. Para debatir con rigor investigativo, pensar por nosotros mismos y buscar nuestras propias interpretaciones. Ambiciosa epopeya dentro de tanta opresión que sufre hoy cualquier idea autónoma.



Gracias por visitarnos entonces en éste, nuestro espacio de libertad.





ACERCA DEL RESENTIMIENTO (y en defensa de alguno de ellos)




Resentido, da. (Del part. de resentirse).

2. adj. Dicho de una persona: Que se siente maltratada por la sociedad o por la vida en general.





I. Es la segunda acepción del Diccionario de la Real Academia Española. De lo que surge que un resentido es una persona que se ve asimismo como víctima del orden social. ¿Esto es malo en si mismo? Veamos.



II. Alguien nace en una villa de emergencia sin acceso ni a bienes ni servicios básicos. A medida que va creciendo, ve la abundancia de los otros mientras él sufre la mezquindad y esa terrible desventaja que lo condena desde el inicio. Sin haber hecho nada malo, arrancó la carrera varios kilómetros atrás de los demás. En tanto, los que si lo tuvieron todo y partieron en punta (insisto, sin haber hecho ningún mérito, solo por haber tenido la suerte de nacer en otros hogares) con su desprecio y discriminación potencian aún más las desventajas del rezagado. Se consolida así una estructura donde incluso conviene que él permanezca atrás. O directamente afuera.



III. Obviamente estamos entonces ante una persona que es víctima de un orden social desigual. Si no genera un resentimiento contra el orden social, estaríamos ante un anormal masoquista que es feliz en una desgracia propia que convive con el júbilo ajeno. Pero el problema es que en realidad los excluidos no son los únicos resentidos.



IV. Hay individuos que gozan de privilegios sin haber hecho meritos ni esfuerzos extraordinarios para ello. Y los gozan de manera exclusiva y excluyente. Se acostumbran a ser privilegiados, y pronto se sentirán mejores que los demás. Mejores solo porque gozan de esos privilegios, ya que no tienen ni la inteligencia ni el talento que los sobre-eleve sobre el resto. Solo los privilegios hacen la diferencia.



V. De pronto, el orden social cambia y comienza (aunque sea en mínimos aspectos) a tornarse más justo y distribuye algo de los bienes y servicios que antes eran exclusivos de los privilegiados. Esa pérdida de exclusividad de los privilegiados (exclusividad que era el único fundamento para verse a si mismos como mejores) genera un terrible rencor. Se han metido, han tocado, han herido las propias ilusiones de superioridad del privilegiado. Alguien ha interpelado su imaginario. El privilegiado-exclusivista cree entonces que el orden social se esta volviendo maldito y en su contra. Nace aquí un nuevo resentido social.



VI. ¿Por qué hay otros que gozan ahora lo que antes me correspondía a mi en exclusiva? Se ha perdido la distinción en la que se fundamentaba la pretendida superioridad. Esto genera un rencor que hace nacer, a mi juicio, el resentimiento más temible que conocemos. Un resentimiento que, como la historia muestra, lleva a despreciar los valores democráticos, solidarios y hasta la vida misma del resto de los miembros de la comunidad. Serán estos resentidos quienes apoyen la mano dura, desprecien lo popular, se zambullan en la aporofobia (fobia a los pobres) y glorifiquen todo lo que conlleve exclusión. Son por ende, los llamados a ser la base social que sustente los quiebres del Estado de Derecho, la represión y los regimenes más brutales y segregacionistas… con la sola condición de promesa de restauración de privilegios que los hacia verse a si mismos como mejores.



VII. Este resentido social de privilegio, detenta una posición en la cúspide de la pirámide social. Desde allí sabe como permear sus prejuicios, preconceptos y percepciones hacia abajo, principalmente sobre los sectores medios, que los terminan adoptando como suyos. Así las clases medias, de origen popular, concluyen sin embargo (y suicidamente) execrando todo lo democrático y popular con un odio y resentimiento que, comparativamente, muestra que pacífico y resignado había sido el lógico rencor de quienes han quedado injustamente marginados en esta sociedad desigual.